domingo, 28 de febrero de 2010


Kimi ni Negai wo....


Las luces parpadean indecisas. A intervalos irregulares me iluminan para después dejarme de nuevo en la penumbra. Tengo demasiado sueño, mis parpados junto con mi mente me obligan a refugiarme en las sábanas. Pero aquí estoy, mostrando una rebeldía infantil, rehuyendo de mi cama y de mis sueños. Unos sueños diferentes, intangibles, otra dimensión dónde un yo que no soy yo existe, vive y respira en otro ambiente.
Es verdad, eso que dicen sobre los caminos. Hay miles, cómo estrellas en el cielo, pero, si este razonamiento fuera correcto, entonces, hay caminos que hace mucho que no existen, sin embargo, aún podemos vislumbrarnos desde la distancia. ¿Que se supone que significa eso?.
No has dejado de existir, sabes, eres una estrella ahora. Una estrella sumamente brillante. No se si hayas desaparecido o no del firmamento, pero, de lo que estoy segura es que para mi eres real y eterno. Posees una eternidad distinta, de esas que duelen y al mismo tiempo desprenden una calidez asombrosa.
Sólo...Hay una diferencia...
Yo no te pido deseos para mi, ni para otro.
Pido por tu felicidad.
La felicidad eterna de una estrella.




martes, 16 de febrero de 2010


ことり



Seguí buscando, a pesar de que sabía que no encontraría nada.

Una y otra vez.

Alcé mis manos a un espacio en blanco, intentando abarcar con mis pequeñas manos la inmensidad de la nada.

Así que, esta vez, sin hacer ningún ruido, dejo el sitio en el que he permanecido más de un año.

Con el propósito de irme de viaje...

Lejos...

Muy lejos...

Para, a mi regreso, llenar ese sitio tan solitario con todas mis memorias.




viernes, 12 de febrero de 2010


Para aquél que ha apartado la vista


Nunca he escrito una despedida. Tal vez por eso estas líneas terminen pareciendo una especie de saludo, de esos que ocurren a veces, cuándo, sin querer o basados en un impulso levantamos la mano, ondeándola sin cesar a una espalda que se aleja. La sonrisa, antes abierta, se va escondiendo en nuestras boca presa de la desazón. ¿Os ha pasado? Esa mezcla de alegría contenida y melancolía húmeda, pegajosa. Casi hiriente, casi única
Milagroso es ese sabor que le queda a uno en la sangre. Un regusto a jugo de uvas y llanto evaporado, el cúal a veces se expresa en una mirada más profunda, abismal; tal vez en un ligero temblor en las manos o una respiración más pausada. Manifestaciones inocuas al fin y al cabo, imperceptibles para cualquiera, pero sumamente visibles para uno mismo.
Y es que no son lágrimas las que se escapan de las cuencas, se trata de recuerdos líquidos regresando a las nubes con la esperanza de convertirse en gotas de lluvia que alcanzen la sombra de aquél que ya no esta.




lunes, 8 de febrero de 2010


月の花嫁


La luna se apaga, así, de la nada, cómo una vela que ha perdido la mecha en algún lugar entre la cera esparcida en las nubes. Las farolas, intentando burdamente parecer luciérnagas intentan escapar de sus jaulas. Las personas no lo notan en un principio, la oscuridad carcomedora que desde arriba les observa. Metidas en asuntos estúpidos, chistes y coitos inconsumables. Los seres vivos siguen sonriendo sin que ninguno tenga la intención de alzar la cabeza hacia el cielo, hace mucho que prefieren dar escrutinio al suelo, observar las piedras sucias y a los animales rastreros en busca de alguna moneda que haya perdido a su dueño.

Las tinieblas avanzan, llevándose primeramente a los críos olvidados en las camas, crísalidas que jamás podrán extender sus alas fuera de la madriguera. Esta vez no importa si hay sangre de carnero adornando la puerta, aquél ser oculto entre la oscuridad ingresa en las posadas sin otra intención más que extinguir de una vez por todas a la mayor plaga que alguna vez haya podrido al planeta tierra. Nosotros. Los tan llamados "humanos". Los pequeños, creyendo que se trata de algún ser mítico, le extienden los brazitos en espera de recibir un presente o un calor que su familia nunca les ha proporcionado. Mueren, se deshacen en cenizas negras al entrar en contacto con la aparición. Lo curioso, es que su último gesto es aparentemente una sonrisa, una faz placentera. No hay llanto, no hay alarma, los adultos siguen con su festival.
Las telerañas en los rincones de las callejuelas se agitan, los perros se ocultan y los gatos lamen a sus cachorros mientras las ratas vuelven a las alcantarillas. Bailarinas levantan sus piernas grácilmente en el escenario improvisado que se ha convertido la plaza central. La cerveza se reparte, las prostitutas se esparcen aparentando no ser más que cartas de un juego de pokar. Tanto vagabundos cómo hombres vestidos de gala confluyen en el lugar. Las farolas una a una son engullidas por la noche. Aquél ser se desliza sin proporcionar alguna pista que indique su presencia, nada más que un ligero siseo que se escapa de algo parecido a una boca en su supuesto rostro.

La escena final comienza con una mujer gritando a todo pulmón mientras sus labios expulsan saliva rojiza, continúa su canto infernal al mismo tiempo que con sus manos cubre sus ojos. La oscuridad no permite ver la sangre que se escurre a través de las falanges. De un sólo mordisco el ser le ha quitado los globos oculares. Se arrodilla en el suelo, y, sin parar de gritar, se abre el vestido para revelar un agujero en dónde antes estaba su vientre. Es ahí, observando por entre sus intestinos la calle que no debería verse si ella poseyera aún todos sus órganos, qué los demás se dan cuenta de que algo va mal. Y, por fin, sus miradas se enfocan en el cielo.

Súplicas, llantos y negaciones reemplazan la melodía que unos momentos atrás provocaba alegría. El cuchillo negro se desliza, abriéndose paso entre cuellos, gargantas, estómagos y piernas. Mueren en el más oscuro suplicio mientras las bailarinas no dejan de bailar empadadas en un líquido viscoso. Son las únicas testigos de lo que ocurre bajo ellas, por eso, temiendo que su turno llegue, continúan con su danza, una danza corrupta e interminable.

Muchos rezan a un Dios que habían olvidado en sus cajones, pero esté ya no desea escuchar. El sol retrasa su salida, regodeándose con el paisaje que le antecede. Incluso la luna, cómplice nocturno de los pecadores, les ha dado la espalda sin siquiera dignarse a salir.

Nadie escucha, nadie puede escucharles, ya que ese ser oscuro se ha amputado las orejas.




viernes, 5 de febrero de 2010


Ojala pase algo que te borre de pronto



Riés delante de mí, mostrándome todos tus dientes. Con tu brazo derecho lastimas mi mano izquierda, hago una mueca, no puedo evitarlo, me has dolido. Entonces, con tus ojos tan abiertos, tan diferentes a los míos, me pides disculpas. La risa no te abandona, y ahora, la mía tampoco quiere hacerlo. El dolor, inevitable, se deshace entre caricias infantiles. Quiero decírtelo, eso que provocas en mí, la fuerza que representas. Pero tu atención se desvía llevándose el momento alrededor de tus pupilas, y yo, embutida entre mis suéteres, vuelvo a sonreirte.


Y mi deseo se convierte en un "ojala", que se transforma en "quizás", que regresa al "en fin".


Deseo ser fuerte.

Ojala no me abandones.

Quizás me abandones.

En fin, que ahora mismo estamos aquí. Demósle caña.




lunes, 1 de febrero de 2010


Y bueno...Que la vida es una caja de galletas.


Las cartas no son más que un trozo de papel. Aunque se quemen, en el corazón siempre queda lo que tiene que quedar; por más que las guardes, lo que no tiene que quedar desaparece.
-Haruki Murakami