domingo, 22 de septiembre de 2013


No puedo ser otro más que yo.


¿Sabes que sucede? Es el hecho de saberme inocua, con la fecha de caducidad infectándome las encías; tener la completa noción de que la morfología que me compone se pudre a una velocidad asombrosa. Escucho mi muerte arrastrándose por entre muslos -los míos-, va a morderme.

Afuera de mí, la vida sigue, otras felicidades se expanden hasta acabarse todo el aire respirable, me duelen los pulmones. Me duele este cuerpo femenino, ambos senos, cuerdas vocales, caderas estrechas y el sexo silencioso que no me permite engañar a la mente sobre mi condición de mujer. Quiero incendiar todos estos recuerdos pero ya no queda combustible.Por más que lo intento, no logro fundirme los ojos.

La ausencia de la palabra aclaratoria gesta fantasmas semánticos. Mi lengua está embrujada.

Qué más da, esto no cambia nada.
Nada.