miércoles, 17 de octubre de 2012


"El ser del hombre no solo no puede comprenderse sin la locura, sino que no sería el ser del hombre si no llevara en sí la locura como límite de su libertad"... O su principio.




Escucho hablar a los demás. Parlarse los unos a los otros en ondas sensoriales; escupirse conceptos salivales e incluso intercambiarse palabras degolladas, a medio decir, dichas de más, batidas a punto caramelo o revueltas a fuerza de lengüetazos. Vocablos sonrientes que rebotan entre gargantas, hechos bolita, untados de pereza y fastidio.

Creemos domarles, confiamos bobaliconamente en nuestra lengua muscular, en la sinapsis semántica cultivada a lo largo de ciclos escolares roídos. Creemos que decimos lo que queremos decir, confiamos en la correa imaginaria atada al cuello del lenguaje. Que vamos más alla de él, liebres en sendero conocido...pero el trecho se bifurca, se trifurca, se vuelve a furcar infinitamente, más allá de nuestra voz.

Y es que a veces el hablante se olvida (quiere olvidarse), que su mensaje no proviene de un sujeto que va más allá del lenguaje...sino que la palabra misma va más allá del sujeto. Profesamos la ignorancia mientras que el concepto, por lo bajo, se burla de nosotros.

El lenguaje nos sobrevivirá.

¿Quién puede domar a la fiera?




viernes, 12 de octubre de 2012


I know I won't be leaving here (With you).


El mundo ha enloquecido, y yo con él.
Y mientras se va a pique este pequeño planeta azul (junto con su satélite), no queda de otra más que tragarse la idea -sin masticar- de que todo ha valido la pena, cada pequeño detalle; cada rechazo, cada muestra de afecto, cada maldita despedida.

...Porque solo existe este momento, y este momento es mi vida.

Justo ahora, me conformo con mi intenso pulsar.


Gracias...




jueves, 4 de octubre de 2012


Anzuelos



El final del cuento siempre es el mismo.
Una rotación de personajes y desenlaces que se evaporan al cerrar el libro.
Y tú sigues con la vida, con el devenir vomitivo del estatuto sociopolítico.
Mientras, los protagonistas de papel se asfixian entre las pastas.
Hasta que, por fin, alguien cierra tu libro.

Bang.