jueves, 14 de febrero de 2013


"Enamora-miento"


Dijo que mis palabras eran como hielo quebradizo. Frágiles ante la inspección y carentes de calor.
¿Qué sabe ella?
¿Qué sé yo?
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La cabeza de un hombre, gestó una mujer.
Primero en forma de una pequeña célula, diminuta, carente de una forma más allá de lo redondo. El hombre no le prestó importancia; no se daba cuenta, pero la célula, respiraba.
A la célula le crecieron unas ramas en la parte superior e inferior, ramas con cinco extensiones cada una, como pequeños frutos pulsantes. Ese día, al hombre le dolió la cabeza toda la noche.
En el sexto día, a la mujer se le formaron:  pies, muslos, brazos, manos, torso, hombros, cuello y cráneo. Para cuando el hombre se observó en el espejo esa noche, la silueta de la mujer estaba terminada. Y él podía escucharla crecer.

 Al décimo día el hombre se descubrió preocupándose por el desarrollo de la mujer; cedía ante el impulso casi asfixiante de mirarse en el espejo sólo para verla somnolienta, agazapada entre sus ojos. La mujer siempre dormía dentro de su cabeza. El hombre se preguntaba por el color de sus ojos o el tinte de su lengua. Le llamó Miranda.

En el tercer mes, Miranda obtuvo la mitad de su tamaño; le aumentaron los senos y entre sus piernas creció musgo tibio con aroma animal. El hombre no lograba percibir su aroma, pero sabía que existía, que latía dentro de su cabeza. El hombre ya no podía albergar otro pensamiento que no fuera Miranda, ya no cabían.

Intentó abortarla dos veces, sólo por la lacerante curiosidad de poseerla, aunque fuese muerta. Se decía a sí mismo que él era quién al final decidía, se mentía sin apartarse del reflejo de su rostro en cualquier cristal. En el tercer intento de aborto, Miranda habló al hombre; le dijo: "Quizás..."

Al octavo mes, la mujer en la cabeza del hombre salió a través de su boca. Con la quijada rota, sudoroso y cansado; el hombre intentó alcanzarla balbuceando su nombre. Miranda se rió a carcajadas mientras enrollaba su cabello para extirparle la humedad; sin vestirse, salió por la puerta como si nunca hubiera estado ahí.

La cabeza de un hombre, quedó vacía.