miércoles, 15 de diciembre de 2010


Diario



15 Febrero 2010

La pesadilla se abre paso por los resquicios del sueño. Una nube blanca, imperceptible, se desliza por entre mis muslos. Soñé a una mujer que en otro tiempo fue mi amiga con las piernas abiertas y las bragas negras. No recuerdo nada más. ¿Estábamos en un bar? La culpa es una bebida amarga que me impide librarme de la sensación de que cortaré mis muñecas en los siguientes tres segundos. La pared debió romperme los dedos, y tal vez de esa forma, revolcándome en mi propio dolor, pudiera haber descubierto de quién es la boca que escupe sandeces.

A veces se me olvida que los colmillos siguen aquí. En ocasiones la melodía es tan fuerte que prefiero cerrar mis oídos y apartar los ojos. Ahora mismo mi único deseo es morder con fuerza al otro yo que murmura oraciones piadosas. ¡Se acabo!

No puedo escribir otra vez.

Apártate de una vez por todas, espero que esta vez no olvides ese sentimiento de estupidez que te permite despertar todas las mañanas creyendo que Dios ha reencarnado en tus testículos.

18 Febrero 2010
El temblor que reflejan mis manos es sólo la mínima parte de lo que en verdad siento. Algo dentro se ha roto para siempre y no hay forma de volverlo a armar. Me he dado cuenta. Por eso, tal vez por eso, puedo irme esta vez con una sonrisa en el rostro. Por qué…si bien fue mi error mezclado con el suyo, no me arrepiento. De nada.
Aunque no haya nadie detrás de la puerta con los brazos extendidos hacia mí.
Aunque se esconda un monstruo agazapado en las sombras.
…Aún así abriré la puerta con todas mis fuerzas.




sábado, 11 de diciembre de 2010


Ruptura



La vida es cíclica dicen, una especie de caleidoscopio de formas y bellos colores pero al fin y al cabo constante, por no decir repetitivo.
Observo no sin morbo la sonrisa que se dibuja y desdibuja a placer en tu rostro. La miro y temo que en mi propia cara se manifieste tremenda fragilidad e insipidez. Por ello sigo pendiente de ti, creyendo firmemente que tu sufrimiento algún día expondrá implicítamente mi futuro.

Sostengo el aire dentro de mis pulmones y lo dejo perecer ahí.
...Simplemente lo dejo perecer ahí.




domingo, 5 de diciembre de 2010


Funeral


No sé donde estoy. Me aferro con las manos a unas sábanas que apestan a otros que no soy yo. Es curioso que el aroma propio no pueda ser percibido por uno mismo, somos indetectables e incluso detestados por nuestro organismo. El lugar que me rodea ha sido devorado por la oscuridad, es como si mis ojos simplemente rehusasen adaptarse a este entorno sobrecogedor. Justo cuando comienza a rondarme la idea de que probablemente he muerto, un haz de luz provocado por una puerta al abrirse comienza a expandirse en la habitación. Hay alguien empotrado en el umbral, su silueta me hace sospechar que se trata de una mujer. Esto se corrobora cuando su voz pronuncia mi nombre en un tono bajo pero obviamente femenino.

Con movimientos lentos intenta prolongar nuestro primer avistamiento, mis articulaciones se desesperan, le gritan obscenidades que ella no puede escuchar. La puerta o lo que sea que se había abierto vuelve a cerrarse dejándonos en la penumbra nuevamente; escucho sonidos vagos que provienen de todos lados a la vez. Le busco como un ciego, persiguiendo las vibraciones sonoras que me hagan ahuyentar esa sensación de continua soledad.

De la nada la percibo sobre mí; es su aliento sobre mi nariz lo que se estrella primeramente, después es cuerpo en su totalidad. Me abraza con fuerza, enunciando una y otra vez que me quiere, que me esperaba. Yo me pierdo en ese intento de sexo turbulento que no va a llegar a ser nada más que un cuento infantil desgarrado. Le respondo que yo también le esperaba; mis manos por su cuenta recorren su piel, ajenas a lo que acabo de pronunciar. Une sus labios a los míos interrumpiendo mi sarta de salmos románticos que probablemente saqué de las frases esas que colocan en los calendarios a modo de autoayuda para no sentir que los días poco a poco se vuelven monótonos.

-¿Cómo te llamas? –Alcanzo a pronunciar entre jadeos e interrupciones salivales.
Ella respondió enunciando mi nombre. Ya no volví a decirle nada más.

Perdí la noción de mi esencia, la cual fue envuelta entre unos muslos que (no) eran los míos. Lo único real era el fuerte sabor a humedad que engordaba mi lengua hasta hacerla incapaz de ser devuelta al interior de mi boca. Mi mente engañosa me hacía creer que el tiempo se había congelado, que habíamos extinguido a la civilización misma por nuestra manifestación que remeda torpemente la libertad. Tonterías. Tonterías que no hacen más que astillar la tinta y el blanco papel que me componen.

La mujer se levanta o al menos eso creo que ha hecho. Recoge con presteza su indumentaria. Toma con una de sus manos varios billetes arrugados que yo mismo dejé en la mesita a un lado de la cama. No los cuenta, no me dirige la palabra; la luz una segunda vez arde de lleno en la habitación para después desaparecer al cerrarse la puerta. Estoy solo de nuevo. Lo sé por que el compás que marca el dinero se ha ido con ella. No hay sonido, ni siquiera el dado por mi respiración.

Cierro los ojos. No evoco absolutamente nada. Los recuerdos poco a poco se evaporan. Las letras que yo mismo he escrito dentro de mi mente han sido robadas y no me queda otra cosa que un cascarón vacío que asemeja una herida abierta y palpitante. Cierro los ojos. Duermo. No existo.

Cuando abro los parpados no se donde estoy. Me aferro con las manos a unas sábanas que apestan a otros que no soy yo…Mi cabeza en este punto intenta decirme que esto ya lo he vivido sin fin de veces pero yo ahuyento sus palabras, no por el hecho de no creerlas sino por el miedo a que sean verdad. Las mentiras ya no son necesarias, el mero esfuerzo por ingeniar constantemente falacias es algo que ya no tiene el mismo valor, puesto que…

¿Que más mentiras ocupamos que el mismo desprecio?

Me contengo en mis divagaciones cuando un haz de luz provocado por una puerta al abrirse comienza a expandirse en la habitación. Hay alguien empotrado en el umbral, su silueta me hace sospechar que se trata de una mujer. Esto se corrobora cuando su voz pronuncia mi nombre en un tono bajo pero obviamente femenino.

Así que… Interrumpo el escrito en este punto, no deseo hacerla esperar.




miércoles, 1 de diciembre de 2010


Voz



No quiero cerrar los ojos.
No me dejes dormir.
No permitas que esta Yo se desvanezca.
...Que no deje de latir.