Son las diez cincuenta y cuatro en el reloj. Estoy en el aeropuerto, parado cómo un mentecato mientras personas compiten las unas con las otras por ver a quien se lo come la vida primero. Parado, ausente y los demás pasando de mí. Miro sin realmente ver a la pizarra donde se marcan los vuelos; cambian demasiado rápido, se llevan consigo el derecho de elección. Me han dicho que París es el sitio perfecto para olvidar. Escucho esa canción que me recuerda a ella y la manera estúpida en que le confesé que le quería. Su "No" flotando contra el viento, dándome de lleno en la cara. Paris es el lugar perfecto para olvidar.
Aferro con fuerza la maleta lastimandome la mano en el proceso, no tengo un boleto ni lo tendré. Condenado a observar la pizarra y recordar su aroma. Las escaleras eléctricas fueron creadas para poder observar cómo se aleja de uno el otro sin poder hacer nada para evitarlo, pero eso sí, con comodidad muchacho, que no hay que usar los pies más de lo necesario.
La verdad es que le pude haber querido desde el primer momento en que la ví o tal vez ese encuentro lo reduje a un mero vistazo a su rostro y un susurro prejuicioso. Paris Paris Paris. Su nombre aleteando alrededor provocándome molestia y una ligera desazón.
A quien engaño... No puedo escribir sobre esto...
Hablemos de mujeres, de sus cuerpos lechosos y brillantes. Charlemos de corazones rotos que no hacen más que incrustarse en nuestras carnes. Comentemos sobre la degradación, la pervesidad de los ojos de un niño. Hablemos de cualquier cosa menos de amor, tema rajado, violado y escupido por todos nosotros. Olvidemos por un solo segundo esa necesidad absurda de vernos reflejados en el objeto. La correspondencia total dejensela a los Cardenales y la entrega sin altibajos a los perros. Esto es una puñetera montaña rusa, así que abre los ojos que aquí viene la foto. Aprieta los puños... Grita... Nos vemos abajo. Claro, si lo deseas, también podemos incluir en todo esto a París...Lugar perfecto para olvidar.
Una lástima que no sepamos francés.
