lunes, 30 de diciembre de 2013


Lo que para uno es un festín, para otro es alimento para cerdos.



Soñé con un sótano.
Ahí abajo vivían personas con la piel semejante a la del pez y hedor a brea.
Había goteras, las paredes lloraban largas lágrimas ácidas.
El aire sofocaba, se enrollaba en uno como lengua infecta.
Traté de hablar con alguien, pero todos y cada uno de los seres (humanos?) se limitaban a abrir y cerrar la boca sin pronunciar sonido alguno; como los peces cuando los sacas del agua. Me miraban mientras yo miraba sus gargantas convertidas en túneles afónicos donde ninguno de mis vocablos regresaba, ni siquiera en forma de eco.

Con el tiempo, olvidé sílabas, conjunciones, adverbios, verbos, frases completas, todo se desgajaba como mandarina podrida.
Me estaba muriendo.
Lo último que supe de mí es que mis labios se abrían y cerraban, se abrían y cerraban....

Soñé con un sótano.
Soñé....
Si, soñé...

¿Por qué no despierto?