Ojalá se te engorde la lengua. Que de tan gorda se lubrique a sí misma. Que se te atore en el paladar y de tan redonda la confundas con un rompe muelas; que la tritures con los molares en pedacitos afilados, de esos que se encajan en las encías haciéndolas sangrar.
Ojalá que mi boca se abra. Que de tan seca se vuelva polvo. Que de tan árida los verbos se me atraganten convertidos en piedritas sabor tierra; que nada vuelva a crecer y los bichos de seis patas se escondan entre mis hendiduras.
Besémonos.