miércoles, 2 de enero de 2008


La máscara



Cuando Carolina vio la máscara en la tienda de antiguedades supo que tenía que ser suya, es decir, era abosulatemente perfecta, parecía casi humana. Lo único que quizás descubría el encanto era la presencia de dos cuencas negras. Que a juzgar por el polvo que cubría al antifaz, esperaban ansiosas por que algun individuo pusiera sus ojos dentro, brindandole de esa manera vida e incluso nombre. Es así como Carolina dio a luz a una nueva criatura, sin siquiera haberse dado cuenta.


Llegó a casa tan rápido como pudo. Nadie se encontraba. Eso era perfecto, simplemente perfecto, tendría el tiempo suficiente para estrenar lo que había adquirido y despúés preparar la cena, "Beau" como diría su hermana Zeny. "Beau beau beau". Y recitando tal chakra entro en su habitación, cerrando la puerta tras de si (Uno nunca sabe de los mirones).

Desenvolvió el objeto sin prisas, tomó una de las sábanas de la cama matrimonial que compartía con su marido hacía más de cinco años y limpió con sumo cuidado el contorno de la cara inexpresiva, se sorprendió al descubrir un ligero hormigueo parecido a las caricias hechas por dedos delgados recorriendo su bajo vientre. -Asi que he descubierto mi lado fetichista- Proclama entre risitas casi infantiles -A Scott le gustaría saberlo, oh si que le gustaría... -La sonrisa se ensancha mostrando su dentadura, un cúmulo de dientes de todos colores producto de la mala higiene, aunque a ella le gusta más culpar al agua. A la maldita agua contaminada.

Minutos después la careta presentaba una mejor vista. Se podría decir incluso apetitosa. "Tomame Caro" -Parecía susurrar su nuevo brillo "Tomame y haz lo tuyo". Y claro que lo haría, despues de todo, ¿para que otra cosa la había comprado?.

Respiró hondo tres veces a manera de sistema de relajación y colocó la máscara en su rostro sin pensarlo siquiera, dentro de ella había un aroma a plástico bastante penetrante, por debajo de este distinguió uno más putrido y viejo, aunque de momento no logró distinguirlo bien. La iluminación se redujo en un ochenta por ciento sin contar que la vision era casi nula, pero aún asi no lo consideró motivo suficiente para quejarse. -Un espejo- Susurró su voz, una voz que le parecía mas pastosa de lo habitual -Mi reino por un espejo.

Caminaba con pasos lentos al cristal reflejante del cuarto cuando la puerta principal se abrió con un sonido chirriante, "debemos aceitar esa cosa" espetó su mente en un rincón lejano pero al instante fue reemplazada por otro pensamiento "Él suele regresar pasadas las diez, diablos, ¿cuanto tiempo he estado limpiando y mirando el trasto que llevó puesto?". Scott saludó como siempre suele hacerlo encaminandose a la cocina, donde tal vez esperaba ver a su adorable esposa termino medio haciendo una comida término medio en su cocina término medio. Al no encontrarla cambió subitamente su rumbo al del cuarto principal, su mirada se paseaba en todos lados (Alfombra termino medio, lámparas termino medio, cuadros termino medio) pereciendo repasar que todo estuviera ahí. Rituales Scott marca registrada, mejor no preguntar.

Bien, era hora de quitarse la máscara y hacer la comida. Llevó sus manos a su rostro y tiró como se suponia que debía hacerlo, pero no ocurrió nada. -Lo habre hecho muy leve- Piensa mientras lo vuelve a intentar. No pasa nada. No puede quitarsela. El terror comienza a querer salir por medio de un grito pero lo sofoca. Bien, si no puede ella sola, le pedirá ayuda a su pareja, que sirva para algo ¿o no?. asi que se voltea y le da la bienvenida. Solo que el "hola" que había pensado y que según ella articuló no brota por la boca artificial. Se mantiene callada, ...eso si la hace temblar, de la mala manera.

-¿Y la cena? -Cuestiona hoscamente el hombre en el umbral -No me digas que lo olvidaste

-Es esta cosa que triago encima Scott. No puedo quitarmela- quiso decir, pero en su lugar pronunció otra oración -¿Y si lo olvide que? Igual que tu te olvidas que estas casado frente a las demás mujeres

El rostro de sorpresa en su esposo no se hace esperar, primero parece aturdido, luego asemeja como si quisiera reir pero al final su expresión es exactamente igual a la de un toro cuando esta a punto de cornar. "Hay algo mal" dice para si "Que rayos pasa"

-Espero que tengas pruebas mujer, para decir semejante estupidez -Pronuncia las sílabas lentamente, como si le hablara a una retardada

-No las necesito -Responde la máscara con la voz de Carolina -Si cada noche llegas apestando a licor y tu aliento es el de la entrepierna de una mujer, al menos espero que sea de una mujer...

-Al parecer alguien se cree muy lista hoy, sabes, no tengo por que soportar esta sarta de tonterías -Se acerca colocandose tan cerca de ella que podrian casi besarse -Di algo más, vamos, te reto, solo una cosita más

-!La mascara!- trata de gritar la verdadera carolina - No es posible que no la veas...no soy yo! - Es inutil, sus palabras no salen. A cambio su cuerpo reacciona y le escupe a la persona que tiene enfrente, la saliva le recorre la mejilla, él no trata de apartasela.


-¿Asi te gusta jugar? -Al decir esto le proporciona una bofetada -Juguemos entonces

Carolina nunca antes habia sido utilizada como pera de boxeo, pero hey, siempre hábía una primera vez para todo ¿no es asi?, asi que Scott no se midió con ella. Cuando termina solo queda agradecer que no esta muerta y que parece no tener algún hueso roto. El hombre se retira dando un sonoro portazo, dejandola de nuevo sola. Con la porquería unida a su cara. Ni siquiera puede llorar. La cosa de plástico no se lo permite. Asi que solo grita para si misma. En espera de que con suerte alguien más la escuche, al menos los perros. Nada.

Esa noche tuvo un sueño. Soñó que por fin lograba quitarse el antifaz de la cara, pero que en el lugar donde debería estar su nariz, su boca, sus ojos y demás no había rastro de que hubieran existido, solo un espacio en blanco (o en color carne para ser más especificos). La cosa se lo había comido todo.

Despertó entre sollozos solo para descubrir que aún tenía encima la máscara, trató con todas sus fuerzas el removerla pero era imposible. La había atrapado. No había más. Ahora le pertenecía, de la misma manera como se carga con una enfermedad venerea para toda la vida, latente e inofensiva pero aún así capaz de causar cierto daño a largo plazo.

Ahora se convertiría en su alimento también.
Un alimento que no duraría para siempre.
Pero siempre habría más justo de donde Carolina vino.
Mucho más.
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No tengo idea de por que escribi esto...
Disculpen las incoherencias, no lo revisé, asi que puede tener muchas (mas de lo habitual)
Gracias por leeer si lo hicieron

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