De Príncipes
La niña regordeta sostuvo entre sus manos mis mejillas, acercando su rostro salvajemente, unió sus labios con los míos; no en forma de beso, sino como se haría con una pegatina. No reaccioné, permanecí en cuclillas frente a ella con los ojos muy abiertos y la respiración arrancada de raíz.
-Listo -Me dijo en voz baja al soltarme -Ahora ya puedes despertar.
-Listo -Me dijo en voz baja al soltarme -Ahora ya puedes despertar.
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