sábado, 25 de junio de 2011


Moonlight Sonata




No era por coger, algo en mí lo sabía. Ella no quería que la poseyera. No, iba más allá de simples polvos o pajas vouyeristas.
Desde el inicio me vi imbuido en sus prácticas perrunas y en sus lengüetazos furtivos. Me dejé llevar, guiado por la engañosa sensación de ser necesidad de su carne así cómo ella lo era para la mía.

Error.

No sospeché, no al inicio. La petición constante de escuchar Claro de Luna mientras copulabámos no me parecía relevante, sino una especie de matiz -en un sentido perturbador- que en ocasiones fungía como catalizador de mi lujuria y en otras, las más comunes, decrecía cualquier erotismo en mis venas.

Claro de Luna. Claro de Luna. Claro de Luna.

Fue hasta que le descubrí tocándose mientras esa canción se evaporaba en la habitación que caí en la cuenta.

Jamás le había hecho mía, no podría hacerlo aunque follara con todos sus agujeros al mismo tiempo...

Su amor pasional; su amor verdadero era esa estúpida melodía.

Yo sólo era un consolador de apariencia humanoide.

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