sábado, 10 de diciembre de 2011


"¿Quieres una menta?."


Me evaporo.

Mis órganos se desperdigan en el suelo, aún rojos.

Las piernas, cual gelatinas, tiemblan y tiemblan exudando aroma agrio.

En mi cansancio, la escena me parece perfecta, única, y, por supuesto, estúpida.

Así, moribundo, dedico mis últimos segundos a observarte.


Me miras de regreso, colocándote en cuclillas para alcanzarme en el suelo. Y, en ese instante, quien sabe por que, llego a creer que vas a salvarme del suicidio amateur en el que me enredé; pero, en su lugar, me dices algo que suena muy parecido a: "¿Quieres una menta?" mientras de tu bolsillo sacas una cajita con hediondas laminillas verdes.


Mi último aliento es exhalado en forma de un: "No, no gracias."

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¿A las cuántas vueltas se me permtirá echarme por fin?


1 comentarios:

Blogger Kouji ha dicho...

Nada mejor que morir con el aliento fresco.

11 de diciembre de 2011, 10:33  

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