"¿Quieres una menta?."
Mis órganos se desperdigan en el suelo, aún rojos.
Las piernas, cual gelatinas, tiemblan y tiemblan exudando aroma agrio.
En mi cansancio, la escena me parece perfecta, única, y, por supuesto, estúpida.
Así, moribundo, dedico mis últimos segundos a observarte.
Me miras de regreso, colocándote en cuclillas para alcanzarme en el suelo. Y, en ese instante, quien sabe por que, llego a creer que vas a salvarme del suicidio amateur en el que me enredé; pero, en su lugar, me dices algo que suena muy parecido a: "¿Quieres una menta?" mientras de tu bolsillo sacas una cajita con hediondas laminillas verdes.
Mi último aliento es exhalado en forma de un: "No, no gracias."
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¿A las cuántas vueltas se me permtirá echarme por fin?
1 comentarios:
Nada mejor que morir con el aliento fresco.
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