lunes, 24 de octubre de 2011


I wanna make you bleed just like me...




Soñé.

En la otra realidad me encontraba atrapada en una casona.
Compartían mi claustro otras dos féminas y la liebre de marzo.
Hacían reuniones diarias para discutir asuntos filosóficos que incluso ahora no logro comprender; de cada boca brotaban, una tras otra, oraciones al azar, convirtiendo así la conversación en monólogos individuales.
En una de esas reuniones, mientras la liebre manifestaba la similitud de la sociedad con una funda de almohada, me entró la gana de masturbar a la mujer que estaba sentada a mi lado, así que sin pensarlo conduje una de mis manos hacia su entrepierna.
La otra joven dándose cuenta del agasajo que se llevaba a cabo, se levantó y retirando la mesa del centro del cuarto se dedicó a observar nuestra interacción junto con la liebre de marzo.
Le acaricié, le pellizqué, le metí dos falanges, le exploré con la lengua pero jamás la besé.
Cuando llegó al orgasmo mi mente también lo hizo llevandose consigo mi conciencia.

Desperté en el sueño.
Seguía atrapada en la casona.
La reunión me esperaba.
La liebre la inició hablando sobre la similitud de la sociedad con una funda de almohada.
Nadie le escuchaba, las otras dos féminas sentadas frente a frente a piernas abiertas con vela en mano, estimulaban el clítoris de la otra.
Una de ellas, como pudo, me arrojó una de esas candelas para que me les uniera.
De pie, aferrando fuertemente el cilindro, me dediqué simplemente a observar.
El entorno, así como la voz de la liebre, se diluyeron cuando ellas culminaron al mismo tiempo.

Desperté, por última vez, en el sueño.
Seguía atrapada en la casona.
La reunión me esperaba.
Pero yo ya sabía lo que iba a ocurrir.
Esta vez intentaría escapar.
Encerré a las mujeres en el cuarto de conferencias y salí corriendo. La liebre, molesta, me perseguía por las escaleras, tuve que arrojarme de uno de los barandales para que no me diera alcance.
Latimada, salí de la casa, ahí afuera me aguardaba una chica exactamente igual a mi, con la diferencia que sus labios estaban destrozados, los dientes rotos y la quijada desprendida.
"No te vayas" Me dijo sin hablar. "De ese exterior vengo yo y me vi obligada a volver"
No respondí.

Desperté.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio