martes, 25 de enero de 2011


Con las piernas abiertas la vista es mejor



Las palabras no son un refugio sino un montón de paja sobre la cual uno cree que puede caer sin herirse. ¿Sabeís algo? He descubierto que al final, cuando cierras los ojos, el suave material se transforma en agujas muy pequeñas que te hacen sangrar;(aqui viene lo importante) y es ese desangre quien provoca una asociación entre dolor y hormigueo placentero cuya culminación no es otra que unos dedos hurgadores llenos de sangre. Pero... oye... ¿De quién son las falanges?

He decidido ser intrépido, escribirte y llenarte de algo más pegajoso que...bueno, ¿entendeís? Sé de antemano que esto es algo inútil, pero heme aquí, intentando crear un cuento que me permita proyectarme de la forma más implícita posible... Sin resultado.

Puedo hacerlo mejor..
Aqui vamos..
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Él no preguntó, jamás abrió la boca. Simplemente se dedicó a cortar una a una las cabezas de los peces porque ese era su trabajo. Sus manos, grandes y en otras circunstancias torpes manejaban con presteza el arma blanca. La mirada nunca se movió, permaneció fija sobre la tabla ya roída y roja hasta la astilla más profunda. El cuerpo rígido, sin moverse un ápice durante ocho horas era recorrido por pequeñas gotas de sudor que él no se tomaba la molestia en secar o limpiar.

Cuando los cuerpos de peces fueron sustituidos por el de niñas pequeñas todo siguió igual. El mismo sueldo, el horario, la imposibilidad de moverse; no es que él hubiese pedido un cambio, no lo necesitaba. No hizo cuestionamientos. El desmembramiento continuó, como siempre.

Cortar de un solo tajo, algo de resistencia y listo, el músculo terminaba cediendo. Había algo en los ojos de las infantes bastante parecidos al de los pescados. Esa sorpresa, ese no saber que la vida había terminado, sin gritos de ayuda ni dolor, simplemente una incognita que no sería resuelta.

Esos ojos...

El hombre comenzó entonces a temblar sin dejar de aferrar con fuerza el cuchillo. Abandonando su área de trabajo corrió con todas sus energías hacia su hogar, se le dificultó abrir la cerradura de su casa así que terminó por violarla con unos cuantos golpes. Entró haciendo un horrible ruido, su respiración agitada inundó las habitaciones vacías que le saludaron a su vez con un ligero aroma a humedad. El baño le esperaba. El espejo le recibió. Fue en él que observó otro par de ojos extremadamente parecido al de los peces, exactamente igual al de las niñas. El grito que salió por su garganta devoró sus timpanos mientras que el temblor no dejó de aumentar.

En un abrir y cerrar de ojos terminó por amputarse las retinas.
Al día siguiente acudió al trabajo silbando

1 comentarios:

Blogger Kouji ha dicho...

Definitivamente la vista es mejor con las piernas abiertas.
Me parece que, con cada nuevo post, las imagenes que proyectas en mi mente se acercan mas y mas a las producidas por aquellos escritores que idolatro.
Hoy te vi en la camara web =P

26 de enero de 2011, 12:58  

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