El Cazador de la Bruja
Estado: n_n alegre
Frase: Vamonos de viaje, no me importa el lugar ni la época, simplemente que te encuentres conmigo.
Leyendo (waaaaah @_@): Tokio Blues
Frase: Vamonos de viaje, no me importa el lugar ni la época, simplemente que te encuentres conmigo.
Leyendo (waaaaah @_@): Tokio Blues
El cazador estaba listo. Por fin después de tantos sacrificios, preguntas, martirios, emboscadas y pérdidas de personas queridas. Se encontraba frente a la choza de la bruja. Se quedó bastante tiempo mirando la perilla en un intento por desentrañar lo que se encontraba dentro. Nada. Tendría que entrar y descubrirlo. Después de todo, se trataba de su presa, la cual había estado siguiendo por diez largos años. La hechizera que asesinó a sus padres. La diosa que le impedía dormir por las noches y pensar claramente por los días. Respiró hondo, su mano tomó fuermente el acero. Empujó. Entró.
Lo primero que percibió fue el aroma de la muerte entrando por sus fosas nasales. No le asustó, era un olor al que estaba familiarizado. En segundo, los cadaveres en posiciones obsenas adornando la habitación. Por un lado una pareja donde la mujer poseía un rostro reflejando un sumo placer mientras la mano del varón se perdía en su estomago. Una niña de rodillas mientras un horrible ogro la penetraba por detrás. Adolescentes con las extremidades amputadas, las cuales podían verse sobresaliendo en otros cuerpos. Aves asomandose por el hocico de un caballo. Manos. Piernas. El cazador siguió su camino. La bruja debía estar cerca.
Había un sillón más adelante. Alrededor se encontraban colocados distintos cuadros aludiendo a la época de la Inquisición. Hogueras. Mujeres desnudas danzando en el bosque. El cazador les echó un pequeño vistazo fascinado por las imagenes. No olvidó su verdadero proposito. El sillón crujió por el peso y la fuerza del hombre al darle la vuelta para poder observar quien se encontraba posado en él. Su respiración se contuvo. Era la hacedora de catastrofes. Parecía dormitar.
La sujetó por los hombros y le dio varias sacudidas. Nada ocurrió. La faz de la hermosa mujer permanecía sin cambios. Algo nacía en la mente del cazador. No quería creerlo. No podía ser. Al indagar en los bolsillos de la hechizera encontró una nota. La leyó rápidamente para a continuación golpear con todas sus fuerzas la pared.
"He esperado. Pero me he aburrido. Al parecer ninguno de los dos obtuvo lo que añoraba. Tu no obtuviste la pelea que tanto deseabas. Yo no pude decirte lo que sentía."
Ahora aquello por lo que tanto entrenó desaparecía por entre sus dedos. Dió vueltas por la casa en espera de encontrar algo que le dijera que era un truco más de la estafadora. No. Pensó durante horas. días. semanas. Y por fin llegó a una solución.
Si no podía verla aqui y ahora. Se encontraría con ella en el mundo que sigue. Aferró su pistola. La colocó en su boca. Por alguna loca razón pensó en los labios de la bruja al momento en que el metal tocó los suyos. Cerró los ojos. Un sonido desgarrador inundó todo por una fracción de segundos. Luego nada.
El sillón emitió más quejidos. Alguien se levantaba. Era la hacedora de ilusiones. Se limpió las ropas con un gesto de asco acompañando al acto. Pasó sus dedos por su cabello y se acercó al cazador. Le arrebató el arma. Le quitó las ropas y lo acomodó junto a unos cuervos momificados. Miró complacida su museo de amantes. Enseguida comenzó a bailar. Mandando palabras y movimientos que expresaban amor a los mudos asistentes. Amor enfermo. Pero al fin y al cabo amor.
Ella esperaría. Seguiría en ese lugar. Saliendo de vez en cuando para atraer a más seres. Pero atada al hostal de sentimientos podridos. Inundandose de aquello que tanto desea pero no puede conseguir.
¿Algún día alguien le pondrá fin al juego demoniaco?
Si eres lo suficientemente astuto. Si no te dejas engañar. Si tu corazón permanece frío ante su calor. Entonces. Solo entonces. Quizás.
Pero...¿Para que?.
Lo primero que percibió fue el aroma de la muerte entrando por sus fosas nasales. No le asustó, era un olor al que estaba familiarizado. En segundo, los cadaveres en posiciones obsenas adornando la habitación. Por un lado una pareja donde la mujer poseía un rostro reflejando un sumo placer mientras la mano del varón se perdía en su estomago. Una niña de rodillas mientras un horrible ogro la penetraba por detrás. Adolescentes con las extremidades amputadas, las cuales podían verse sobresaliendo en otros cuerpos. Aves asomandose por el hocico de un caballo. Manos. Piernas. El cazador siguió su camino. La bruja debía estar cerca.
Había un sillón más adelante. Alrededor se encontraban colocados distintos cuadros aludiendo a la época de la Inquisición. Hogueras. Mujeres desnudas danzando en el bosque. El cazador les echó un pequeño vistazo fascinado por las imagenes. No olvidó su verdadero proposito. El sillón crujió por el peso y la fuerza del hombre al darle la vuelta para poder observar quien se encontraba posado en él. Su respiración se contuvo. Era la hacedora de catastrofes. Parecía dormitar.
La sujetó por los hombros y le dio varias sacudidas. Nada ocurrió. La faz de la hermosa mujer permanecía sin cambios. Algo nacía en la mente del cazador. No quería creerlo. No podía ser. Al indagar en los bolsillos de la hechizera encontró una nota. La leyó rápidamente para a continuación golpear con todas sus fuerzas la pared.
"He esperado. Pero me he aburrido. Al parecer ninguno de los dos obtuvo lo que añoraba. Tu no obtuviste la pelea que tanto deseabas. Yo no pude decirte lo que sentía."
Ahora aquello por lo que tanto entrenó desaparecía por entre sus dedos. Dió vueltas por la casa en espera de encontrar algo que le dijera que era un truco más de la estafadora. No. Pensó durante horas. días. semanas. Y por fin llegó a una solución.
Si no podía verla aqui y ahora. Se encontraría con ella en el mundo que sigue. Aferró su pistola. La colocó en su boca. Por alguna loca razón pensó en los labios de la bruja al momento en que el metal tocó los suyos. Cerró los ojos. Un sonido desgarrador inundó todo por una fracción de segundos. Luego nada.
El sillón emitió más quejidos. Alguien se levantaba. Era la hacedora de ilusiones. Se limpió las ropas con un gesto de asco acompañando al acto. Pasó sus dedos por su cabello y se acercó al cazador. Le arrebató el arma. Le quitó las ropas y lo acomodó junto a unos cuervos momificados. Miró complacida su museo de amantes. Enseguida comenzó a bailar. Mandando palabras y movimientos que expresaban amor a los mudos asistentes. Amor enfermo. Pero al fin y al cabo amor.
Ella esperaría. Seguiría en ese lugar. Saliendo de vez en cuando para atraer a más seres. Pero atada al hostal de sentimientos podridos. Inundandose de aquello que tanto desea pero no puede conseguir.
¿Algún día alguien le pondrá fin al juego demoniaco?
Si eres lo suficientemente astuto. Si no te dejas engañar. Si tu corazón permanece frío ante su calor. Entonces. Solo entonces. Quizás.
Pero...¿Para que?.
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