lunes, 17 de diciembre de 2012


Nameless



Había una vez un ser sin nombre.
Y cómo no lo poseía, nadie podía llamarle...
Ni para evitar que se fuera.
Ni para pedirle que se quedase.

Por eso, este ser estaba solo.

Sólo una vez en mi vida le he visto.
Y como la mayoría, traté de hablarle.
Caminé detrás suyo, gritándole infinidad de nombres, en un intento vacuo por bautizarle.

Fue hasta que le susurré el mío que giró su cabeza para mirarme.
Sin pensarlo, le regalé mi nombre como quién se desprende de una costra.

Y ahora yo...
¿Qué va a pasar cuando intentes llamarme?

1 comentarios:

Blogger prox.sea ha dicho...

Solo puedes dominar aquello que puedes nombrar.

18 de diciembre de 2012, 20:16  

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