sábado, 21 de julio de 2012


....No es más que un sueño dentro de un sueño





Es tu turno, así que tomas los dados con manos temblorosas y, estrujándolos con las yemas, les suspiras levemente, como quién susurra un secreto. Tus palmas más parecen un par de lenguas con falanges, danzando sin orden aparente. Te concentras. Echas un vistazo al hombre con sombrero negro de copa que sonríe frente a ti. No se le miran los ojos, solo se distinguen un montón de perlas puntiagudas por entre sus labios. Los dados chillan, los frotas entre sí para corroborar que sigues ahí, que no te has marchado a otro sitio, que aún existes. El hombre resopla antes de farfullar:

-Tira.

Tu mano, obedeciendo la orden, arroja los dados rojizos hacia la mesa de colores. Observas incrédulo como los cubos giran y ruedan antes de estrellarse en el tablero sin hacer ningún ruido ni alterar las casillas. "De seguro así sucede cuando te mueres" Murmuras para tí mismo. Prestas atención al sinnúmero de casillas que se extienden frente a ti, cada una con un ícono y frase distinta. Algunas te dan gracia y otras solamente parecen patéticas. Sin embargo, al repasarlas, muchas parecen tan familiares que te dan escalofríos. Las has vivido en algún lado, estás seguro.

La ficha que te representa avanza hacia un recuadro azul con el dígito 632 grabado en la parte superior izquierda. El hombre de sombrero de copa extiende su sonrisa mientras con uno de sus largos dedos toca tu corazón. Justo en el momento en que el roce ocurre, el músculo que te da vida enloquece, se mueve sin control dentro de tu pecho, como si tratara de huir del contacto, sin embargo, la garra penetra más allá de tu ropa, piel, carne, sangre, hasta instalarse al centro de tu corazón. Ahí se queda, girando, provocándote espasmos cada vez más instensos. Con lo poco que te queda de fuerzas, logras vislumbrar el rótulo de la casilla, en letras naranjas reluce un solo vocablo: Infarto. Algo dentro de ti quiere romper en carcajadas pero los pulmones, sacos de arena, ya no se lo permiten. Nunca más.

Despiertas, con la sábana pegada como si fuese telaraña. Te espantas el sueño revolviéndote el cabello y ahogas a lo que pudo haber sobrevivido con una taza de café. Acaricias distraidamente tu pecho, que, de improviso, ha comenzado a punzarte. El sonido del portazo que das al salir, rebota por la habitación vacía hasta estrellarse en un par de dados ocultos bajo tu cama.

¿Quién pudo haberte advertido?

1 comentarios:

Blogger Kouji ha dicho...

Sentí el dedo dentro de mi pecho. Felicidades a ti, que creas pesadillas de la nada.

21 de julio de 2012, 11:32  

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