sábado, 26 de marzo de 2011


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Recolecto los pedazos, uno a uno, de manera autómata los aferro con mis palmas hasta hacerme sangrar, tengo la vaga esperanza que si oprimo lo suficiente, las marcas traspasarán la barrera de la regeneración volviéndose cicatrices perennes.
Probablemente al abrir los ojos mi corazón ya habrá sanado por su cuenta, y yo, tontamente, me creeré más fuerte.

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