viernes, 4 de febrero de 2011


El dolor de espalda de Atlas


Si, puede que pienses que soy una cobarde. Lo tengo en mente. Pero es que yo sé que existen, yo sé que eso que se arrastra a lo lejos no puede ser sólo el viento. Que va, las sombras no pueden tratarse sencillamente de simples ausencias de luz. No, no lo intentes, no me expliques que las peliculas o imagenes no saldrán de la pantalla para comerme los ojos. Deja de tratar que el temblor o mis latidos acelerados desfallezcan por medio de lógica verborreica. Basta. No me abraces con el propósito de que evite mirar bajo la cama o hurgar en el closet. ¿No intuyes que los demonios vienen a por nosotros? ¿No has pensado que lo que quieren es que creamos que no son algo más que charada infantiloide?


No, no lo hagas. No me convenzas sobre su inexistencia, por favor. Te lo ruego. No. Para ya.
¿No ves que si cumples tu cometido entonces dejas el papel de monstruo libre? ¿No ves que entonces los adefesios seríamos nosotros?


Nos convertiríamos en monstruos.
Por eso...
Alguien tiene que creer, alguien tiene que engañarse...


No hay más.
Cierra la puerta al salir, los vampiros podrían entrar.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio