sábado, 4 de julio de 2015


¿Hombre o mujer?



Desde que recuerdo, he estado rodeada de guillotinas. Un paso en falso y estoy liquidada.



La guillotina y yo somos iguales. Yo era ella y ella era yo. Aunque cierre los ojos, sigo escuchando los crujidos, el siseo de la cuchilla lamiendo el aire. Ese ruido. Otra vez. La cuchilla me corta. Hinca su único diente, y cuando lo hace parece tan feliz. Pero su alegría es infecciosa, una trampa. 

Sin aviso, me convertí en la guillotina. Estaba convencida de ser ella. E incluso empecé a disfrutar el desgarre. El ruido. Yo ya no era humano. Me habían devorado y vomitado después. Sin útero, la sexualidad se pierde bajo mi cuchilla, el control de saberme fría al tacto, asexuada y libre. Mi cuerpo es sólo un contenedor.

Allá no es la realidad, sino estas palabras. Verbos sin extremidades que se amontonan uno sobre otro en pilas desordenadas. Vertedero de significantes decapitados. Ya no se pueden unir.


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