viernes, 29 de julio de 2011


Tergiversación


En algún lugar, durante algún tiempo, existió un devora-hombres. Un sujeto que engullía hasta los huesos de aquellos que se atrevieran a dirigirle la palabra. La mera exhalación de un ligero "hola" o un gesto de empatía ponía a funcionar la maquinaría afilada que su boca escondía. Su estomago, abultado ya, terminó por transformarse en sepulcro lípido alberga fantasmas. El devora-hombres no podía detenerse; y no lo hizo. Masticó, saboreó y tragó a todos los habitantes. Cuando no quedó ni uno solo fuera de su vientre, el devora-hombres optó por devorarse a sí mismo...

...Nunca se sintió tan feliz, ni antes, ni -obviamente- después.

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