martes, 8 de septiembre de 2009


El mundo tiene realidades distintas, pero en todas hay monstruos


Una mujer, rondando los cuarenta se me acercó. Con movimientos temblorosos me intentó decir que su hijo estaba enfermo, que necesitaba dinero (llegando a este punto cerro su mano dejando extendido aunque un poco doblado el dedo índice mientras extendía el dedo pulgar al máximo). La verdad es que me he llevado tan pésimas experiencias relacionadas con limosna que me negué inmediatamente, al hacerlo ella se aferró a mi brazo enterrandome sus uñas violetas deslavadas provocandome un dolor instantaneo. Iba a gritar, pero entonces la miré nuevamente y descubrí que estaba llorando. El maquillaje se mezclaba con ellas tranformando su color en una especie de mezcla negruzca. Lagrimas negras. Raro o no, eso me conmovió de una manera tan directa que extendí un billete de veinte pocos segundos después.
Expresar en palabras el cambio gradual en su rostro me resulta imposible. Extendió sus labios casi al mismo tiempo que sus manos por fin me soltaron dejando como unica huella una especie de marcas de dientes moradas, del mismo color que su esmalte. Me sacudió con fuerza, gritando palabras de alegría. Su cara era como una bombilla iluminada, sin embargo las huellas de las lágrimas no llegaron a desaparecer por completo.
Dispuesta a irme me di la vuelta, pero una vez más me detuvo, me dijo que su hijo querría agradecerme, por eso me pidió que le acompañase al hospital civil. Sin pensarlo respondí que sí auque algo dentro de mi me susurraba que me arrepentiría más tarde...Lo peor fue que esa voz no se equivocaría. Lo lamenté...y mucho.


Las instalaciones del hospital se parecen mucho a la de otras empresas, hay mesas, bancas, plantas verdes que intentan sobrevivir en un ambiente techado, pero, curiosamente la impresión que dan por ser órganos pertenecientes a un mounstruo moribundo las hace desprender un aroma diferente. No es desagradable pero hay algo perturbador, da la sensación que hay un ser escondido, agazapado entre sotanos, esperando entre cajas a que alguien de nosotros nos descuidemos. No sé por que tengo la sensación de que los ancianos y los niños son los primeros en distinguirle, unos ojos amarillos entre las cortinas o bajo la forma de una jeringa repleta hasta el tope de aire.


La mujer se me adelantó al traspasar el umbral. Aunque pasó por mi mente el volver sobre mis pasos ya no podía irme, tenía que conocerle, aspirar su mismo aire, observar su rostro. Ella lo sabía, por eso mismo me dejó atrás, para que yo misma tirase los dados, dejandome la responsabilidad de avanzar las casillas o perder mi turno. Aspiré profundamente, toque mi cuello levemente y me lanzé a ello solo como un ser humano puede hacerlo. Estúpidamente.


Me distraje un minuto o dos observando un altar de la virgen María que tienen ahí. Había personas apretadas junto a él, sosteniendo algunas un crucifijo mientras otras encendían veladoras. Pasó por mi mente el hecho de que eso era un insulto, ¿como es posible que en un hospital, donde van miles de personas diferentes con diversas religiones tenga en el pasillo principal a una virgen? ¿por qué no un buda? ¿por qué no una cruz invertida? ¿por qué no Nada? Dejé atrás las preguntas y mi absurdo sentido de la igualdad para alcanzar por fin a Martha, no es que ella me haya dicho su nombre, sino que el pase entrada estaba a ese nombre, por ese motivo me atrevo a llamarle de ese modo. El guardia me miró de reojo pero ella le explicó que yo era la hermana del paciente, por lo cual de muy mala gana me dejó pasar no sin antes murmurar algo que no pude escuchar.


Por raro que parezca, no sé en que piso bajamos del elevador, mi memoria nunca ha sido aguda, no obstante estoy segura que estaba viendo los numeros que indicaban la planta, pero no viene a mi mente el número en sí, solo una mancha naranja en forma de aguijón. Los doctores, asemejando almohadas blancas nos ignoraban mientras discutían entre sí un partido de fútbol al mismo tiempo que un niño gritaba en una de las habitaciones y una anciana arrastraba sus pies hacia el baño.
Al entrar a la habitación un zumbido invadió mis oidos, al principio lo notaba bastante pero no fue hasta que abandoné el lugar que noté que no desapareció en los momentos que estuve ahí. Había alguien en la cama, cubierto hasta el cuello por una sabana color beige, respiraba con dificultad, ayudado por un aparato que emitía sonidos sin cesar. Me congelé, mi cuerpo vibró y algo murió dentro de mí sin hacer ruido.


Martha me preguntó si me quería acercar pero los pies no me respondían, ignorandome entonces, avanzó hacia el lecho para besar a su hijo, sosteniendo su mano (era muy delgada) lloró por segunda vez. No supe que hacer, sentí que era demasiado tarde para arrepentirme así que yo también le seguí colocandome al pie de la cama. Fue entonces cuando reparé en dos cosas, la primera: que su hijo no era un varón sino una mujer, la segunda: que ella era muy parecida a mí.


La mujer sonrío. Y en su sonrisa vi un reflejo de la sonrisa de mi madre. Antes de poder reaccionar, la enferma abrió los ojos, miró primero a su madre para después posarlos en mí. En un principio no mostró ningún interés pero, como un rayo, sus ojos se iluminaron. Asemejando una maquina cobrando vida extendía sus manos para alcanzarme, movía su boca para hablarme. Su madre le sostenía por los hombros para que no se moviera pero era inútil. Los pitidos de la maquina aumentaron en intensidad, ella seguía intentando hablar, Martha cerraba los ojos yo quería imitarla pero no pude, me fijé en una cicatriz que la joven tenía en una de sus manos, exactamente igual a la mía.


Desperté. Mi cama (la mía, no de un hospital)y mis sábanas (rojas), me dieron la bienvenida a la realidad. Me levanté, cambié mis ropas, desayuné, di un beso a mi madre antes de partir, fui a la escuela, regresé, hice la tarea, mi cuerpo se movía siguiendo la rutina. Pero en lugar de acostarme me dediqué a escribir este sueño. Con la creencia de que si lo plasmo en oraciones, entonces, lo que sea que se adhirió a mi alma le abandonará, cambiando de huesped.


Aún puedo verme de pie ante la cama. Con la fémina estirandose para alcanzarme, intentando transmitirme algún mensaje. No pude, no tuve el talento para descifrar su lenguaje más allá del "Acercate" que escupía entre frase y frase.


¿Que hubiera pasado si en lugar de colocarme al pie de la cama lo hubiera hecho a un lado, más cerca de sus manos?
¿Que hubiera pasado si me llegaba a tocar?
¿Habríamos cambiado de lugares? ¿de realidades?
¿Ella hubiera despertado en mi cama y yo en una habitación de hospital, con la mujer horriblemente parecida a mi madre derramando lágrimas negras?
¿Si voy al hospital civil y busco...le encontraré?


No quiero saber...
Es solo un sueño y nada me hará cambiar de opinión..
Aunque las marcas violetas en mi brazo, como dientes, se rían de estas palabras.

1 comentarios:

Blogger Kouji ha dicho...

Ok, si en este escrito estas aplicando lo que has aprendido, la diferencia es radical, simplemente el escrito esta bello, hermoso tétrico, me has dejado boquiabierto ^^ con que Martha ehh... hasta el final voy agarrando la onda! ._.! en serio te ha quedado genial! y me deja mucho pensando ^^ ¿Sabes? me alegra que no tomaras la mano de esa persona...

11 de septiembre de 2009, 22:27  

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