martes, 20 de julio de 2010


El psicoanálisis y el conductismo no se llevan


Me duele, el pecho me duele de nuevo. La lluvia sigue fuera y dentro de mí, puedo escucharla arrastrándose por los zurcos de mis cicatrices, humedeciendo mis heridas, remarcándolas. Las letras de cartas del pasado se han convertido en pequeñas hogueras que no logro apagar, por más que lloro, por más que me muevo.
Es curioso cómo las personas a mi alrededor suelen irse, cómo...una a una, caen al precipicio empujadas por mi o por sus propios pies. Esas frases de afecto que me dedicaban se han marchitado, y de repente, ya están en otros caminos lejos de éste. Quisiera ser más fuerte, tener la entereza para seguir sonriendo aunque los demás me den la espalda. Hay momentos...(este, justo este) en los que siento que voy a explotar, que ya no quiero confiar...que ya no quiero ser lastimada. Instantes en los que me quiero rendir de una maldita vez, abrirme las muñecas e ir al sitio donde está Beatriz, ese lugar donde no se siente nada. Absolutamente nada.
Estoy harta de las dos caras, del hecho de que no se pueda ser honesto para variar, el que se critique mi conducta para después ellos practicarla. Me rindo..me rindo!!!! ¿me oyes?
Y aún así me sonríes. Y aún así me abrazas, me dices que te quedaras conmigo.
Sin muecas de asco me sostienes con ambas manos.
El precipicio me observa, se ríe, se regodea.
Pero, después de todo. Creo que tomaré tu mano y confiaré. Una vez más.
Una vez...
Que las hogueras ardan. Yo me pongo de pie.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Enviar comentarios [Atom]

<< Inicio